Ratto, un intendente a la deriva.

San Antonio de Areco atraviesa uno de los períodos más grises de su historia reciente, y la responsabilidad política recae directamente en el intendente Francisco Ratto.

Ratto, un intendente a la deriva.

Por Sebastian Di Belli

San Antonio de Areco atraviesa uno de los períodos más grises de su historia reciente, y la responsabilidad política recae directamente en el intendente Francisco Ratto. A fuerza de promesas vacías, anuncios que no se cumplen y una gestión desconectada de la realidad, el jefe comunal ha transformado la ilusión de cambio en una decepción palpable.

La ciudad padece problemas que ya no se pueden ocultar. Las calles se desmoronan, los baches se multiplican, la iluminación pública es insuficiente y el estado de los barrios evidencia un abandono sistemático.

El hospital municipal es otro espejo del fracaso. Un nosocomio que se llueve por todos lados, la falta de personal y salarios miserables.
La infraestructura se deteriora mientras la gestión se limita a discursos y fotos. Los pacientes, sin alternativas, terminan buscando atención en otras localidades.

La economía local, lejos de reactivarse, se achica. Comercios que cierran, falta de inversión y nula planificación para incentivar el empleo marcan un rumbo preocupante. Los recursos municipales parecen perderse en gastos superfluos y en propaganda oficial, mientras los problemas reales siguen esperando.

Francisco Ratto ha demostrado ser un intendente más preocupado por el marketing político que por la gestión concreta. La ciudad necesita obras, respuestas y coraje para enfrentar sus crisis, pero recibe excusas, dilaciones y un relato que choca con la realidad diaria.

Una gestión que ataca a los medios y periodistas, acusándolos alegremente de ser periodistas ensobrados y en algunos casos recibiendo inspecciones minuciosas, con el fin de amedrentar o silenciar a quienes desde hace muchas décadas practicamos de manera profesional y seria esta profesión.

San Antonio de Areco no puede permitirse seguir a la deriva. Y el mayor problema es que, a este ritmo, el final del mandato de Ratto podría encontrar a la ciudad peor que cuando la recibió.

El tiempo se agota. Si nada cambia, Ratto dejará un municipio más pobre, más roto y esa será su verdadera herencia.